LOS FIGURINES DE WATTEAU

Un ritual. Una fisura. Durante muchos años asistí a celebraciones, donde el traje/vestido fue la forma de entrar a esas vidrieras sociales, metros cuadrados donde el fenómeno de la moda de distinción e imitación implota. De a poco fui confeccionando un album de fotografías con el registro de los vestidos que fui usando. Teniendo en cuenta que la forma de conocer las maneras del vestir en la historia fue a través de la pintura, decidí que iba a participar de ese juego donde la vestimenta es el primer signo identitario, volviendo a inventar un modo de ver estos trajes en el universo de la pintura. Pinte 20 trajes/vestidos usados en esas celebraciones, siendo este un modo de reiteración y afirmación: la propia necesidad de crear el modo de como ser vista, de crear otras y nuevas condiciones de posibilidad para el deseo. Un cuerpo frágil, que se esconde y se confunde, desdibujado, que crece y cambia. Un traje/vestido como señalamiento de un autorretrato camuflado, que permite hilar, coser y desentrañar esa fragilidad convertida en sombra.
Registro fotográfico: Pablo Martínez
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